– De acuerdo con un estudio difundido por la Secretaría de Gobernación, al menos una cuarta parte de los jóvenes residentes en Culiacán han dejado sus hogares para unirse a las filas del crimen.
“A mí me tocaba llevar drogas, armas o dinero en una moto o en un carro. Desde los doce años comencé a trabajar con ese grupo”. “Yo era sicario, brazo armado, segundo al mando. Mandaba y levantaba a la gente que me pedían”. “Yo hacía cualquier trabajo, ya fuera robar, matar o transportar droga… cualquier cosa con tal de ganar dinero”. Estos son solo algunos de los testimonios anónimos de adolescentes que viven en la ciudad de Culiacán y se han aliado a las filas del crimen organizado en los últimos años.
Estas vivencias, relatadas por jóvenes de entre 16 y 18 años luego de ser arrestados, fueron recapituladas en el Diagnóstico de las y los adolescentes que cometen delitos graves en México, de Unicef y la Secretaría de Gobernación, para dimensionar el problema que se vive en diversos territorios de México, entre ellos Culiacán, un lugar que recientemente ha sido blanco de disputas entre los cárteles del narcotráfico y donde nació el capo mexicano Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.
Como ellos, al menos una cuarta parte de los jóvenes de esa ciudad han dejado a sus familias para vivir en casas operadas por capos y trabajar para el crimen organizado, de acuerdo con un informe de la Secretaría de Gobernación, difundido por le diario El Universal.
El documento titulado Diagnóstico Integral del Municipio de Culiacán, Sinaloa, 2016, señala que el problema de los jóvenes que no viven con sus padres porque se alían con el narcotráfico, es poco abordado en México.
Según estadísticas del informe, que estudió la violencia en el municipio durante 2015, 39.16% de los jóvenes en Culiacán no viven con su padre y 15.15% no viven con su madre, por lo que los menores que viven en esta situación son más vulnerables ante peligros como conflictos entre cárteles, prostitución, drogadicción, alcoholismo y violencia familiar.
Asimismo el estudio detalla que es posible que el origen de problemas como los asaltos a mano armada, robo a casa habitación o asaltos sea la marginación y desigualdad que existe por parte de las autoridades municipales hacia los mismos pobladores.
Unirse al narco, una moda aspiracional
No obstante, para Manuel Barrantes Tarriba, miembro del Colectivo para la Defensa del Patrimonio Público en Culiacán, la cultura del narcotráfico y la motivación aspiracional de ingresar a las filas del crimen en la capital de Sinaloa ya lleva varios años en auge.
En entrevista con Univision Noticias, Barrantes explicó que factores como el bajo nivel de creación de empleos, los salarios que se ofertan, el bombardeo de imágenes de éxito de capos del narcotráfico y el nivel de impunidad, hacen más fácil a los adolescentes tomar la decisión de unirse a las filas del crimen.
“Hay muchísimos jóvenes se pasean con carros de lujo por la ciudad. Esa es la imagen del éxito que perciben los jóvenes, aunada a la escasez de oportunidades y de adquirir dinero por medio de un trabajo legal y estudios. Eso tiene mucho que ver en el hecho de que los jóvenes opten por ingresar al narco como su primera opción”, declaró.
Según datos oficiales, durante el tercer trimestre del año, la tasa de desocupación en Sinaloa era de 5 %, es decir que cinco de cada 100 ciudadanos se encuentran sin empleo, la mayoría son jóvenes de entre 18 y 30 años.
Barrantes señala que por esta razón es común que al circular por las carreteras de Culiacán se observen jóvenes con motocicletas y radios, que pasan las horas vigilando los alrededores. También asegura que existe otro grupo de jóvenes, ya un poco más grandes, de alrededor de 27 años, que ya tienen mucho dinero y salen a las calles presumiendo objetos ostentosos, lo que también es una forma de incentivarlos a ingresar al crimen.
Esta teoría fue documentada por el gobierno mexicano en el informe titulado Jóvenes y Narcocultura, en el que se detalla que esta moda ha penetrado en la mentalidad de muchos adolescentes para obtener un auto de lujo, armas, dinero y droga. El documento segura que ellos están alimentando la base operativa de los grupos delictivos del país, son la mano de obra del narco.
“Los jóvenes son reclutados para cuidar residencias, llevar pequeños cargamentos hacia Estados Unidos o, en el peor de los casos, como sicarios, para ejecutar a los enemigos de sus patrones. Ellos están en la base de la pirámide, hacen el trabajo sucio: la vigilancia, el traslado de la droga, la venta al menudeo, y también son utilizados como choferes”.
La figura de ‘El Chapo’, un ejemplo
Para muchos jóvenes en Culiacán, uno de los más grandes ejemplos a seguir es el capo Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, un hombre de origen humilde que solo estudió hasta sexto grado de primaria pero que logró hacerse de un imperio en el trasiego de drogas como el líder del cártel de Sinaloa, fue uno de los hombres más buscados por las autoridades en el mundo y logró escapar de prisión en dos ocasiones.
“Para los jóvenes ha influido mucho la imagen que proyecta El Chapo Guzmán, ellos lo consideran un héroe. Es un ejemplo del concepto del éxito al que aspiran los jóvenes de Culiacán, de lograrlo como sea. Muchos de estos jóvenes por necesidad, son de estratos sociales bajos, pero la aceptación social y la aspiración ya inmiscuyen a todos los niveles sociales”, señaló Barrantes.
Hasta antes de su aprehensión, el cártel de Sinaloa era considerada la organización criminal más dominante del país y había extendido sus operaciones a 20 de los 32 estados que el territorio mexicano. Además, según datos de la Procuraduría General de la República, tiene a vinculadas al menos ocho células delictivas que son: Gente Nueva, Los Cabrera, La Barredora, Cártel del Poniente, El Aquiles, El Tigre, Los Artistas Asesinos (AA), Los Mexicles. Principalmente dominan en el norte del país, en los estados de Chihuahua, Baja California, Durango, Coahuila, Sinaloa y alguna región de Guerrero.
